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XXXIII Dom T.O. C - Tu liberación

 Tengan ánimo y levanten la cabeza, porque está por llegarles la liberación. 
Lucas 21:28


Me preocupa, a veces, la inestabilidad cósmica.  Metáfora de firmeza para nosotros es que el sol se levanta todas las mañanas a la hora determinada, y se pone, también, como corresponde.  Pero no fue siempre así, y alguna vez, dejará de ser.  Se supone, además, un clima relativamente benevolente en nuestra madre tierra.  Eso tampoco está asegurado.  Los cambios climáticos, algunos naturales y otros, ocasionados por descuido humano, son una realidad.

La tierra firme no es siempre inmóvil.  Veo desde mi ventana la península que en realidad es un subcontinente[1] que lentamente está chocando contra la costa pacífica, levantando la cordillera de los Andes y sacudiéndonos el piso con energía acumulada cuando uno menos lo espera.  Es una fuerza potente que oscurece la noche y hace salir el mar de su lugar. 

La ciencia cree haber encontrado el lugar donde cayó un asteroide hace 65 millones de años, dejando el planeta en oscuridad durante varios años, provocando el ocaso de los dinosaurios y abriendo paso a los mamíferos.  Fue en el Yucatán.  Se agradece, pero también, se teme porque podría acontecer nuevamente en cualquier momento.  La probabilidad que nos toque algo semejante es baja, en el día a día.  Pero si no nos toca, tocará a los hijos de los hijos de los hijos, alguna vez.  Da pena y miedo por ellos, sobretodo, si les toca sobrevivir en un mundo totalmente cambiado y ciertamente más hostil. 

La humanidad ha estresado el equilibrio delicado de la vida en todo el planeta.  Todo pertenece al Creador, pero Adán ha sido irresponsable como jardinero en el Edén. Vamos acabando los recursos, extinguiendo las especies y ensuciando el ambiente.  Pasamos la cuenta a las generaciones venideras.  Me preocupa, porque no está del todo perdido.  Estamos a tiempo para cambiar, para recuperar la harmonía, para hacernos cargo del planeta y tratarlo como regalo valorado; no como chiquero efímero y sin importancia.[2] 

La tranquilidad sobre la faz de la tierra es relativa, ansiosa, como calma antes de la tormenta.  Se basa en las probabilidades bajas de que alguna calamidad suceda en el corto o mediano plazo.  La aparente abundancia del tiempo sirve para amortiguar el temor.  Somos un soplo en la vida de una galaxia.  Dentro de ese soplo, vivimos, respiramos, y desempeñamos nuestros quehaceres cotidianos, con una serenidad que no pasa de ser provisoria.   

Me preocupa la inestabilidad planetaria y la precariedad galáctica.  No tiene remedio.  Ni ciencia ni fuerza militar las puede afectar.  Sin embargo, en el plano trascendental, más me preocupa otra cosa.  La paz en Cristo Resucitado podría relativizar toda ansiedad cósmica.  Nada nos separa del amor de Dios.[3]  Sin embargo, se ha distorsionado la Buena Notica hasta hacerla irreconocible.  Los cristianos transmiten el mensaje de la divina solidaridad incondicional como si fuera una amenaza de muerte eterna.  Sin la liberación de toda la creación que comienza en la pascua del Jesucristo, la humanidad quedaría sumamente vulnerable ante la fragilidad de su existencia mortal; pero nuestra evangelización está desorientada.  No dice eso.  Fragiliza más en vez de fortalecer; ocasiona más angustia que paz. 

Comunicamos el mensaje de la misericordia divina como si se tratara de un régimen carcelario al cual uno debería someterse a cambio de una recompensa desencarnada y poco atractivo en un futuro nebuloso e indeterminado.  Es una religión caprichosa y arbitraria.  El evangelio no habla de eso.  Jesús proclama un Reino de justicia y paz que ya está llegando a los que tienen ojos para ver.  Los enfermos sanados y hambrientos alimentados son signos de la nueva alianza, de la vida plena ocasionada por la compasión infinita del Padre bondadoso. 

San Pablo increpa a sus queridos pero insensatos gálatas por creer que puedan salvarse solos mediante la ley.  Si uno pudiera salvarse haciendo ciertas cosas y evitando otras, entonces Cristo murió en vano.  Si la redención del género humano depende de ritos, rezos y reglamentos, su resurrección es una frivolidad innecesaria.[4] 

El Dios de Abraham, Isaac y Jacob liberó a Israel del poder del faraón con mano fuerte y brazo extendido.  Le llevó a una tierra nueva que mana leche y miel.  Ahora, de la misma manera, el Padre libera a todos los hijos de Adán, con amor abundante, compasión infinita y ternura excesiva.  Fuimos poderosamente rescatados de las cadenas del pecado y la muerte por la resurrección de Jesús. 

Si Cristo es el nuevo Rey, la resurrección es la nueva ley.  Por eso, el cristiano no teme la persecución, ni la muerte, ni el ocaso de la creación actual.  Hemos sido liberados por el amor compasivo que viene de lo alto.  Asumamos esa libertad, que sea el eje de nuestra existencia y el sentido de nuestro trabajo.  Evangelicemos de verdad.  Transmitamos esa alegría a los hijos de nuestros hijos, y, sobre todo, a los de lejos que más necesitan. 

                Dedicado a los víctimas del huracán Haiyan en Filipinas. 

Nathan Stone sj


[1] Península Mejillones.  Se ve desde Antofagasta, Chile.
[2] Algunos predicadores pentecostales insisten que el fin del mundo es inminente, y por ende, no tiene sentido preocuparse por la ecología.  En el fondo, motivan la destrucción del planeta con tal de hacerse ricos, porque la riqueza es considerado por ellos como signo de elección divina.
[3] Romanos 8:30.
[4] Gálatas 2:21.

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