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El Papa: Las redes sociales deben hacer visible la presencia de la Iglesia.


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XXV Dom T.O. C - Prestando cuentas

Presta cuentas de tu administración…  
Lucas 16:2

El celibato sacerdotal está en boca de todos, como si fuera el problema más grande que enfrenta la institución.  Quizás sea por la absoluta obsesión con el sexo en nuestros tiempos;[1] algunos para reprimirse, otros para liberarse, pero para todos, fuente de exagerada ansiedad.  Ciertamente, la sexualidad es una parte de la vida, un tema que cada uno debe resolver.  Pero no lo es todo.  La Iglesia ha gastado mucha energía reiterando las normas.  Sus detractores, por ahí se dedican a atacarla.  El evangelio menciona el sexo sólo de pasada, y la transgresión sexual, sólo para perdonarla.  Hay cosas más importantes en el Reino de Dios.  Pese la insistencia magisterial, Jesús no vino al mundo para realizar una campaña contra el sexo.[2]

El Padre Creador entiende.  Formó al hombre y la mujer de pies a cabeza, a su imagen y semejanza.  Si somos sexuados, es porque Dios quiere eso.  El desprecio a la sexualidad entró por el pensamiento platónico.  De ahí viene un mito alternativo de la creación en la cual Dios hace las almas; porque los cuerpos son obra del demonio.  Fue condenado como gnóstico en los primeros siglos, pero muchos todavía tienen eso en la cabeza.  No hay nada diabólico en la naturaleza humana, siquiera en el impulso sexual.  Se trata de un misterio profundo, un llamado complejo para aprender a amar.  En el matrimonio, la relación sexual es sacramento.[3] 

También, el celibato es una forma legítima de resolver el desafío de la sexualidad.  Todas las culturas contemplan la vida célibe como una posibilidad válida.[4]  Por su parte, la psicología y los medios de comunicación suelen encontrarla sospechosa.  El discurso de la tolerancia universal alcanza para todo menos el celibato.  Momento.  No es una perversión, sino libre opción.  Cada uno debe escoger la mejor manera de realizarse en su propia vocación. 

Algunos creen que el celibato sacerdotal se debe a algún requisito ritual.  Creen que quien no viva en castidad no puede entrar en contacto con lo sagrado.  Eso es puritanismo platónico.  Es pensamiento gnóstico.  El evangelio no habla de eso.  En las iglesias ortodoxas orientales, (y en las cartas a Timoteo) existen sacerdotes casados.  La iglesia de Roma los reconoce.  Hay sacerdotes anglicanos, también, válidamente ordenados y casados, que han ingresado a la Iglesia romana. 

Por otro lado, en la Iglesia primitiva, los apóstoles itinerantes solían consagrarse a la misión y quedar solteros.  No es tan exótico.  Los grandes artistas suelen engendrar más obras que hijos.  En Chile, Don Clotario Blest renunció al matrimonio para dedicarse a la causa obrera.  Por otro lado, las familias de los profetas contemporáneos sufren.  Los hijos de Gandhi reclamaban porque tenía que compartir su papá con los acontecimientos históricos en los cuales él participó. 

Algunos católicos reclaman la tradición del celibato sacerdotal en la Iglesia como si fuera el motivo de la desafección de muchos católicos, la piedra que va a hundir el barco entero a largo plazo.  Se habla de cómo los obligan al celibato.  No sé qué se están imaginando.  Ningún candidato al sacerdocio fue secuestrado.  Todos llegamos dispuestos a responder al llamado, ofreciendo todo para la causa del Reino.  Algunos abandonan porque el celibato les causa mucho sufrimiento.  Muchos abandonan otras vocaciones, también, por diversos motivos. 

Ya faltan padres, y van a faltar más en el futuro.[5]  Pero la Iglesia no suele alterar sus costumbres por consideraciones del mercado.  No es un negocio.  Si llegaran a faltar médicos, ¿cómo se sentiría el pueblo si las escuelas de medicina rebajaran las exigencias?  Podría ser, además, un momento para que el pueblo descubra una participación eclesial que va más allá de sacramentos.  El pueblo laical, con o sin sacerdote, podría recuperar la palabra de Dios y el servicio a los demás como ejes de la buena nueva. 

Si hiciéramos un censo de las personas que han abandonado la Iglesia en los últimos cincuenta años, descubriríamos que su motivo no suele ser la falta de atención sacerdotal.  El elefante en el salón, hoy en día, es la falta de misericordia con los católicos casados en segundas nupcias.  Se van de la Iglesia porque la misericordia (sacramental y canónica) está ahí para los mafiosos, dictadores y torturadores, pero es inalcanzable para los que fracasaron en el matrimonio.  Eso es desproporcionado.  Da a entender que Dios es tan duro de cabeza que mandaría la mitad de su pueblo al fuego eterno para recalcar un principio legal.

De acuerdo al Derecho Canónico de 1983, reformado para reflejar la visión del Concilio, se ha hecho un esfuerzo por facilitar el acceso al proceso de nulidad matrimonial.  Así, técnicamente, el segundo matrimonio pueda ser considerado como si fuera el primero, y las familias, volver a la plena participación eclesial.  Pero son esfuerzos tímidos.  En muchos lugares, no hay tribunal eclesiástico todavía.  El pueblo sencillo se siente intimidado, además.  Sólo los ricos han podido aprovechar la misericordia, y muchos de ellos, después de décadas de marginación. 

Las iglesias ortodoxas[6] ofrecen otra cosa.  Perdonan a los que han fracasado en su matrimonio.  Después de acompañar a los divorciados, después de curar sus heridas y fortalecerles con consejo y reflexión, se les anima a intentar nuevamente.  Se reconoce la validez del segundo matrimonio.  El desafío de la sexualidad matrimonial es tan difícil como el desafío del celibato.  Quien caiga del caballo debe volver a subir cuanto antes, para perderle el miedo. 

Cuando, finalmente, superemos nuestra obsesión colectiva con el sexo, podremos nuevamente escuchar el evangelio con claridad.  En el nuevo mundo globalizado y tecnológico, la violencia y el dinero nos apartan del Reino mucho más que el impulso sexual.  El dinero es nuestro dios y la causa de nuestras guerras.  Nos hemos preocupado exclusivamente del sexo.  Ante Dios, tendremos que rendir la cuenta por eso. 

 Nathan Stone sj
             

[1] Comenzó en el siglo XIX, y no antes. La liberación de los años 1960 respondía a represión de 1860.
[2] De hecho, Jesús cuestiona la obsesión por la pureza ritual que caracterizaba a los fariseos, cf. Mateo 23.
[3] El gnosticismo cotidiano lo transforma en un pecado siempre que se les perdona a los casados para que haya procreación de la especie.  Eso no es la enseñanza de la Iglesia. 
[4] Las religiones de oriente tienen sus monasterios y las culturas animistas suelen tienen sus chamanes. La única excepción es el fundamentalismo protestante.  Consideran que el celibato es un pecado, por su interpretación literal del envío a multiplicarse (Génesis 1:28).  Cf. también, 1 Corintios 7:28.
[5] La ascendencia del fundamentalismo protestante en la cultura capitalista lo asegura. 
[6] …que suelen ser muy conservadoras en temas de doctrina, liturgia y sacramento.
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El Vaticano lanza una aplicación sobre la catequesis


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Entrevista a Mons. Raúl Vera.

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XXII Dom T.O. C - Mi general Jesús

Cualquiera que venga a mí y no me ame más que a su padre y a su madre, 
a su mujer y a sus hijos, a sus hermanos y hermanas, 
y hasta a su propia vida, no puede ser mi discípulo.  
Lucas 14:26


En un seminario que asistí recientemente, me llamó la atención cuántas veces se hizo referencia a las cosas que Jesús había ordenado.   A veces, en verdad, los charlistas estaban citando el Catecismo de la Iglesia Católica.  Resolví abrir el documento con el computador y contar cuántas veces decía que Jesús ordenó las cosas.  No pasé del primer capítulo contando, y ya, colapsó la iniciativa.  El Catecismo está obsesionado con el orden.  Ojalá fuera así tan majadero con el amor, la verdad, la belleza y la bondad. 

La teología católica está saturada de referencias al orden; sin embargo no se refiere al mandato autoritario de nadie, sino de la amorosa contrapartida del caos.  La intención es dejar a Dios reinar, para vivir en la armonía de su bondad.  Poco a poco, sobrevino un deslizamiento al autoritarismo sometedor y dictatorial. En la imaginación de muchos, el Señor se parece a Faraón. 

En las sagradas escrituras, no es así.  En los casos más extremos, Jesús convida a un compromiso total. Invita a ser su discípulo.  Envía a evangelizar.  Convoca a la multitud.  Pero en ningún momento, da órdenes, como si fuese militar dictando obligaciones a sus soldados, súbditos y sometidos.  No es el estilo.  Jesús respeta a las personas, y cuenta con su libre adhesión a la causa del Reino.  De hecho, la teología también prioriza la libertad humana.  Por eso, entra en contradicción con sí misma cuando retrata al Señor como un militar que da órdenes. 

La más antigua tradición recuerda a Jesús como el logos, la palabra creadora del Padre que domestica el caos con su amor procreativo para que nazca el universo.  ¿Cuál es el tono de aquella palabra creadora?  ¿Grita obligaciones desagradables con agresividad a ser cumplida bajo pena de castigo eterno?  ¿No será más bien una palabra suave y seductora, para que la cruel y porfiada materia se abra a la belleza paradisíaca originada en la imaginación fecunda del Padre?  El logos creador no es una imposición de fría simetría regimentada, sino un llamado irresistible a vivir en armonía con la divina voluntad amorosa.  Es una invitación a cantar en el mismo coro, a bailar en la misma fiesta.  Su orden no consiste en las multitudinarias filas rectas de una amenazante parada militar, sino una belleza irresistible en la cual toda criatura participa porque quiere. 

El problema con la imagen de Jesús como comandante que ladra órdenes a soldados que obedecen con miedo y sin pensar ni amar es que complica la imitación de Cristo.  Quien se imagina a Cristo como militar, lo va a imitar tratando de ordenar el mundo por medio de la agresividad autoritaria, arrogante e indebida.  Es hora de recuperar el estilo de Jesús, su invitación a un banquete tan extraordinariamente bella que uno deja todo para asistir; un llamado tan plenamente inspirador que la gente se entrega sin reparos a la misión; un modelo tan armonioso que a uno no le queda otra que cantar con todo el corazón y el alma. 

Nathan Stone sj
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Los niños de Siria

Emotivo vídeo desde la visión de los niños en Siria.


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