XXII Dom T.O. C - Mi general Jesús

Cualquiera que venga a mí y no me ame más que a su padre y a su madre, 
a su mujer y a sus hijos, a sus hermanos y hermanas, 
y hasta a su propia vida, no puede ser mi discípulo.  
Lucas 14:26


En un seminario que asistí recientemente, me llamó la atención cuántas veces se hizo referencia a las cosas que Jesús había ordenado.   A veces, en verdad, los charlistas estaban citando el Catecismo de la Iglesia Católica.  Resolví abrir el documento con el computador y contar cuántas veces decía que Jesús ordenó las cosas.  No pasé del primer capítulo contando, y ya, colapsó la iniciativa.  El Catecismo está obsesionado con el orden.  Ojalá fuera así tan majadero con el amor, la verdad, la belleza y la bondad. 

La teología católica está saturada de referencias al orden; sin embargo no se refiere al mandato autoritario de nadie, sino de la amorosa contrapartida del caos.  La intención es dejar a Dios reinar, para vivir en la armonía de su bondad.  Poco a poco, sobrevino un deslizamiento al autoritarismo sometedor y dictatorial. En la imaginación de muchos, el Señor se parece a Faraón. 

En las sagradas escrituras, no es así.  En los casos más extremos, Jesús convida a un compromiso total. Invita a ser su discípulo.  Envía a evangelizar.  Convoca a la multitud.  Pero en ningún momento, da órdenes, como si fuese militar dictando obligaciones a sus soldados, súbditos y sometidos.  No es el estilo.  Jesús respeta a las personas, y cuenta con su libre adhesión a la causa del Reino.  De hecho, la teología también prioriza la libertad humana.  Por eso, entra en contradicción con sí misma cuando retrata al Señor como un militar que da órdenes. 

La más antigua tradición recuerda a Jesús como el logos, la palabra creadora del Padre que domestica el caos con su amor procreativo para que nazca el universo.  ¿Cuál es el tono de aquella palabra creadora?  ¿Grita obligaciones desagradables con agresividad a ser cumplida bajo pena de castigo eterno?  ¿No será más bien una palabra suave y seductora, para que la cruel y porfiada materia se abra a la belleza paradisíaca originada en la imaginación fecunda del Padre?  El logos creador no es una imposición de fría simetría regimentada, sino un llamado irresistible a vivir en armonía con la divina voluntad amorosa.  Es una invitación a cantar en el mismo coro, a bailar en la misma fiesta.  Su orden no consiste en las multitudinarias filas rectas de una amenazante parada militar, sino una belleza irresistible en la cual toda criatura participa porque quiere. 

El problema con la imagen de Jesús como comandante que ladra órdenes a soldados que obedecen con miedo y sin pensar ni amar es que complica la imitación de Cristo.  Quien se imagina a Cristo como militar, lo va a imitar tratando de ordenar el mundo por medio de la agresividad autoritaria, arrogante e indebida.  Es hora de recuperar el estilo de Jesús, su invitación a un banquete tan extraordinariamente bella que uno deja todo para asistir; un llamado tan plenamente inspirador que la gente se entrega sin reparos a la misión; un modelo tan armonioso que a uno no le queda otra que cantar con todo el corazón y el alma. 

Nathan Stone sj

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