XIV Dom T.O. C - Amor selectivo


El Señor eligió a otros setenta y dos discípulos y los envió de dos en dos, delante de él, a todas las ciudades y lugares adonde debía ir.  Les dijo: «La cosecha es abundante, pero los obreros son pocos.   
Lucas 10:1-2


La fórmula que se usaba para la consagración del vino decía, ésta es la sangre de la nueva y eterna alianza que será derramada por vosotros y por todos.  La nueva versión, promulgada hace poco con el nuevo misal, dice, por ustedes y por muchos.  Los latinoamericanos agradecen el uso de la forma ustedes.  Vosotros es correcto, también, pero extranjeriza un poco.  Por otro lado, el pueblo quedó perplejo por la noción de que Cristo no murió por todos.  Se entendió que la misericordia divina ya no es infinita, sino limitada, exclusiva o, de alguna forma, condicionada. 

La justificación del cambio es, aparentemente, fidelidad al texto en latín, (et pro multis efundetur); usada universal y exclusivamente en la iglesia occidental desde el Concilio de Trento hasta el Segundo Concilio Vaticano.  También, algunos creían que la sangre derramada por todos podría fomentar mediocridad o pasividad entre los fieles.  Se suponía que, sin la amenaza implícita del infierno para algunos, el Reino podría perder adeptos entre los consumidores de la religión. 

La exclusividad es parte de la cultura moderna.  Basta mirar la vergonzosa distribución de riqueza en el mundo actual.[1]  Si la salvación económica es no es para todos, entonces, es fácil cree que la salvación eterna sigue la misma lógica.  Vivimos un paradigma de exclusión.
Por mi parte, creo que es más importante ser fiel al evangelio en toda su riqueza que al texto original en latín.  Es más urgente conservar el estilo inclusivo de Jesús que la coacción prohibitiva del protocolo terrenal.  Más vale asumir la salvación gratuita e universal, con todas sus consecuencias, que alterar la buena noticia por conveniencia ideológica.

Es importante, sí, que los llamados al discipulado de Cristo estén dispuestos a entregar todo por la causa.  Al mismo tiempo, la absoluta prioridad del evangelio es el amor incondicional de Dios, ofrecido sorprendentemente a los excluidos y marginados.  La Iglesia que cuenta de Roma se llama católica porque la invitación al banquete del Reino es universal.[2]  La convocatoria a la salvación no excluye a nadie.  Por eso, es buena noticia.  Si los discípulos no la proclaman a todos, deja de ser buena noticia.

Por eso, el envío de los discípulos a proclamar el evangelio con la mayor apertura y extensión posible es un acontecimiento determinante.  Si el Señor hubiera querido formar un grupo selectivo y cerrado, no habría enviado sus discípulos a proclamar nada a nadie.  Habría mandado a investigar la dignidad, pedigrí y merecimientos de los candidatos al movimiento. 

No fue así.  El Reino fue anunciado extensivamente a los cuatro vientos.  La semilla cayó sobre los oídos de cualquiera.  No era secreto.  No era información privilegiada.  La pertenencia a la mesa eucarística era considerada una gracia entregada libremente a toda criatura.  Cristo murió por la masa.  Esa es la fe de la Iglesia.[3]  Ciertamente, el ser humano es libre, y puede rechazar la salvación.  Pero ni eso le separa del amor de Dios.  El llamado a entrar al Reino es un llamado permanente.  Por eso, la misericordia divina es el fundamento del mensaje. 

Eso no quiere decir que el latín de los antepasados está errado.  Si se entiende la palabra multis como adjetivo sustantivado, entonces, la traducción exacta sería, muchos, y no todos.  Sin embargo, si se entiende en toda su poesía como metáfora, apunta a la multitud, aquel personaje colectivo tan importante en el evangelio, signo de la bondad de Dios que no se limita a ninguna elite social, religiosa o intelectual.  La mejor traducción sería que la sangre de Cristo fue derramada por la muchedumbre, por la gente común y corriente, por los pobres, los impuros, y los pecadores; por los que no merecían la salvación. 

Es cierto que el discipulado de Cristo precisa de integrantes dispuestos a comprometerse totalmente por la causa del evangelio.  Eso se promueve mediante el llamado a participar en la misión.  El misionero se cristifica por medio de la palabra de salvación que transmite.  En la huella de los apóstoles, los novatos aprenden a vivir en santidad. 

El problema mayor de la Iglesia actual no es la imperfección de sus miembros, sino la reticencia a incluir a los de lejos.  La creación terrenal de requisitos previos para la participación en la comunidad de los redimidos es, actualmente, el modo de proceder más usual.  La exclusión sistemática de los hijos de Dios estimados menos dignos por parte de las burocracias eclesiales es endémica.  El desprecio de algunos por los otros; debido a la sencillez, estilo personal y apariencia exterior; hace sentir que la bienvenida al Reino no es para la multitud, sino solo para los escogidos, y son muchos los cristianos que se atribuyen la facultad de, en el nombre de Dios, escoger. 

En ese contexto, la nueva versión de la consagración está reforzando el error.[4]  El pueblo se siente confirmado en su sentimiento chauvinista y exclusiva.  La jerarquía se cree justificada en la imposición de disciplinas moralizantes, diseñadas para apartar a los débiles.  La misericordia se ha vuelto anatema.  El amor universal del Padre se ha transformado en una reliquia histórica. 

Si el Reino se proclama a la multitud, no tiene requisito previo alguno.  Nada, siquiera el pecado, nos separa del amor de Dios para siempre.  La compasión divina no es selectiva sino expansiva.  Es la fuerza de ese amor que radicaliza y santifica a los discípulos para que se entreguen, al estilo de Jesús, con todo lo que tienen.  No existe protocolo alguno capaz de engendrar un cuerpo resucitado.  Es la obra de Dios en aquellos que confían en él.

 Nathan Stone sj

[1]Cf. http://www.portafolio.co/opinion/la-distribucion-la-riqueza-el-mundo.  Aproximadamente 10% de la población mundial acapara 83% de la riqueza. 

[2] El vernáculo histórico de Roma era el latín; sin embargo, el latín no es esencial para la salvación. 

[3] Calvino supone que Cristo murió sólo por los escogidos.  Los demás no tienen esperanza. 

[4] Encuentro que la pastoral selectivo es jansenista, pelagiana y gnóstica.  

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