XX Dom T.O. C - Fuego que enciende


Yo he venido a traer fuego sobre la tierra, ¡y cómo desearía que ya estuviera ardiendo! 
Lucas 12:49

Si uno va al internet para buscar imágenes de Jesús, de las primeras cien que salen, ochenta serán expresiones de un sentimentalismo francamente herético.  La culpa no es del internet.  Los sistemas de búsqueda colocan primero lo que al pueblo más le gusta.  Es decir, sin querer, el Google nos entrega un sondeo informal de cómo la gente se imagina al Dios-con-nosotros, el Mesías Salvador, Jesucristo Nuestro Señor; y estoy escandalizado. 

Jesús, ¿qué te hicieron?
¿Quién es este ser perfumado y asexuado, bien peinado a pesar de la tormenta y dulcecito así como para darte una diabetes fulminante?  No traspira, obvio, y no tiene porque bañarse porque es el Hijo de Dios.  Su mirada fija y condescendiente incomoda.  No me da paz; me provoca ansiedad.  Dice que es mi amigo, pero yo no tengo ningún amigo así.[1]  Viene vestido con un camisón de dormir para la pijama party de niñita de barrio alto.  Se parece a la muñeca Barbie pero con barba.  Puedes comprar un poster de él en la feria. 
Ese muchacho no salva a nadie.  Si yo fuera joven skater, futbolista o hip-hop; y alguien me invitara a la Iglesia para conocer a ese personaje, yo diría que no.  Parece tan neutro, tan amorfo, tan poco definido.  En el mejor de los casos, su amistad no pasa de insignificante.  Tan gentleman, seguro que empezaría por reprocharme los amigos y el estilo espontáneo bullicioso que nos identifica.  Ese Jesús no tiene mucho que aportar a la vida real.  Es un ente fantasioso y alienante.[2] 

Los Padres de la Iglesia, a todo eso, están de acuerdo con los muchachos.[3]  Durante los primeros siglos de la Iglesia, a través de una larga historia de oración, diálogo y concilios ecuménicos, confirmaron la fe en un Salvador que es plenamente hombre como nosotros y plenamente divino como su Padre.  Nuestra salvación se hizo posible gracias a ese gesto de noble solidaridad.  Jesús diviniza la humanidad al compartir la misma huella.  Rescata esta raza perdida renovando la imagen y semejanza, herencia de cada ser humano desde la aurora de la creación.

Jesús, el verdadero, es un hombre fuerte, apasionado y encendido.  Su mensaje no deja a nadie indiferente.  Su caminada es aquí abajo, junto a la gente humilde.  No le importa ensuciarse, ni que le vean con los pecadores.  Se escandalizan con él en la sinagoga, a veces, porque se junta con gente como nosotros y dice exactamente lo que está pensando.  Es más, no hay que ir a la sinagoga para encontrarse con él, porque él sale a la esquina para conocer a los raperos, peloteros y perforados.  No hay otra palabra, hay que reconocer que Jesús es un hombre fogoso.  Su corazón arde con el santo fuego de la compasión.  Quiere compartir ese fuego con toda la humanidad.[4] 

Hay un lugar donde uno puede conocer a Jesús.  Tenemos una sola imagen confiable donde sale auténticamente retratado por testigos cercanos.  El evangelio (en sus cuatro versiones) resume para nosotros la vida y obra del Mesías, Hijo de Dios.  Ahí, tenemos la historia de un hombre de armas tomar, un salvador cercano, un compasivo que no contaba el costo.  Estamos aquí porque Jesús fue el original fuego que enciende otros fuegos. 

A propósito de la compasión ardiente, celebramos a San Alberto Hurtado.[5]  Alberto era también un fuego que encendía otros fuegos, un santo contemporáneo, testigo do cómo vivir el evangelio apasionadamente en el mundo actual. 

Algunos creen que la frase sobre el fuego fue de él.  No es así.  El Profesor Samuel Fernández de la Universidad Alberto Hurtado en Santiago puso eso como título a un libro que colecciona los mejores de sus escritos.   El Profesor lo adaptó de una carta escrita por Monseñor Francisco Valdés, Obispo de Osorno, al Padre Pomar, provincial jesuita, después de la muerte del Padre Hurtado.  Monseñor Valdés comentó, Su fuego era capaz de encender otros fuegos.  Es decir, era un hombre al estilo de Jesús. 

La frase célebre de San Alberto es esta: ¿qué haría Cristo en mi lugar?  Es un llamado a cultivar el criterio de Jesús; fuerte, fogoso, muchas veces conflictivo, pero radicalmente misericordioso, solidario y compasivo.  Los discípulos están llamados a encarnar su estilo en carne y hueso por esta tierra tan sufrida.  Son enviados a hacer presente la solidez de la compasión divina en las esquinas, en las plazas y en las calles; en las fábricas, hospitales y universidades; en contacto con el pueblo real, sintonizado con sus alegrías y esperanzas, con sus dolores e angustias. 

Jesús no es una fantasía alienante para los muchachos que van por la vereda con sus tablas de skate.  Va aterrizar en su cancha y encender sus corazones.  Jesús los va a transformar en discípulos y misioneros de una apasionante buena noticia. 

Nathan Stone, sj.

[1] No vamos a entrar en los postales religiosos que circulan en internet: puras florcitas, palomitas y mariposas; ninguna relación con el evangelio, la solidaridad y la compasión.  Es una religión de otro planeta.
[2] No vamos a tratar las imágenes de los santos.  Fueron hombres y mujeres fuertes; mártires de la fe, la compasión y la justicia.  La iconografía los ha transformado en anémicos, pasivos y casi trasparentes.
[3] Los Padres de la Iglesia encontrarían que la iconografía del internet es monofisita. El monofisismo decía que sólo valía la naturaleza divina de Jesús.  Fue condenado en el Concilio de Constantinopla, año 381.
[4] Su deseo de ver el mundo ardiendo no es un impulso destructivo, como algunos predicadores del infierno han conjeturado.  Se trata de ese fuego de Espíritu Santo que viene a renovar la creación.
[5] Alberto Hurtado, 1900-1952, fue jesuita de Chile.  Fue asesor de la pastoral universitaria de su tiempo, y motivado por la urgencia de su compasión, fundador del Hogar de Cristo.  Fue canonizado el 23 de octubre de 2005, y en Chile, se celebra el Día de la Solidaridad, 18 de agosto, en su honor. 

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