XVIII Dom T.O. C - La universidad


  ¿Qué le reporta al hombre todo su esfuerzo y todo lo que busca afanosamente bajo el sol?  
Eclesiástico 2:21

El Encuentro Latinoamericano de Pastorales Universitarias realizado la semana pasada en Belo Horizonte me ha hecho pensar.  Nuestra jornada de universitarios y pastoralistas se enmarcó en el contexto mayor del Congreso Mundial de Universidades Católicas, patrocinado por la Pontificia Universidad Católica de Minas Gerais.  A su vez, el Congreso fue antesala de la Jornada Mundial de la Juventud.  La JMJ reunió la multitud más grande en la historia de la humanidad, y sin embargo, la noticia más importante fue la calidez humana del Santo Padre.  Después de décadas de exclusiva preocupación por la rectitud doctrinal, de divagar por las frías y oscuras catacumbas metafísicas que poco dicen a la multitud, la Santa Sede está recuperando su fuente: el amor práctico, la compasión activa y la solidaridad real llevada al trato personal y caritativo. 

¿Cómo vamos a procesar lo vivido en Belo Horizonte, a la luz de lo que aconteció después en Río?  Creo que estamos a punto de dar un paso gigantesco hacia adelante como pueblo de Dios.  Originalmente, la universidad como concepto nació en el corazón de la Iglesia pensante; quiere decir, Iglesia que se hace preguntas y que honestamente busca respuestas, para dar cuenta del sentido de la vida y discernir como elaborar el futuro.  A partir de la ilustración, los librepensadores (en su mayoría, ateos y anticlericales) intentaron secuestrar la universidad para sus fines.  Pretendían liberar la humanidad de la imposición autoritaria e irracional, un fenómeno que, hasta cierto punto, sucedía y los provocó.  Se crearon las falsas dicotomías entre razón y fe; entre ciencia y espíritu; entre conciencia y autoridad. 

La universidad, destripada por el puntual divorcio entre su causa mayor y la sincera búsqueda de las causas particulares, fue herida una vez más en el siglo pasado.  La investigación honrada pasó a segundo plano.  El lucro invadió.  Las empresas financian las pesquisas ahora,  siempre y cuando los “resultados” de los estudios sean favorables a sus negocios. 

La universidad perdió su libertad y se dedicó a la enseñanza técnica sectorizada.  A partir de 1968, cada “profesional” solo sabe de lo suyo, porque a la hora de sintetizar el conjunto, aprende a lavarse las manos.  A la hora de entender la interacción universal entre todos los saberes, el universitario actual no sabe qué hacer.  De alguna forma, se le prohibió mirar más allá de la propia parcela.  Al despertar la consciencia, no le queda otra que salir a la calle a marchar, exigiendo cambios profundos.  Estamos en una encrucijada importante.  Podemos reiniciar el diálogo sobre el proyecto de sociedad.  Esa fue la misión originaria de la universidad. 

Hoy en día, muchas universidades se han transformado en negocios que burdamente instruyen destrezas que habilitan a sus titulados para ganar más dinero.  Al menos, eso dicen.  Los estudiantes se han endeudado para hacerse ricos y, en muchos casos, se han decepcionado.  Por lo demás, ganar dinero a costo de los demás no da sentido a la vida.  Esa síntesis universal no está ocurriendo en las clases ni en los laboratorios. Gracias a la conciencia inspirada de una multitud de jóvenes, está comenzando a acontecer en la calle, en la música, en las redes sociales. 

¿Dónde está la Santa Madre Iglesia en todo esto?  Fue la gran pregunta del Encuentro en Belo Horizonte.  Francamente, se vio de todo.  Hay una corriente que dice que el buen católico tiene que rezar mucho, ayudar a los pobres un poco, y capacitarse técnicamente para imponer su visión autoritaria del mundo sobre los demás.  Otros llegaron para recitar respuestas envasadas a preguntas desactualizadas con las palabras exactas del magisterio doctrinal.

Un tercer grupo llegó con ánimo de formular nuevas preguntas, tomando el riesgo de que muchas de ellas aun no tuvieran respuestas inmediatas.   Éstas son las preguntas imprescindibles, preguntas novedosas que no se les ocurría a nuestros abuelos, preguntas que van a demandar investigación, diálogo y pensamiento.  Y esa es la labor de la universidad. 

La Santa Madre tiene por delante una gran oportunidad, si la sabe aprovechar.  Podría reiterar sus respuestas metafísicas aprobadas, o podría acompañar a los universitarios en su búsqueda de preguntas nuevas.  ¿Qué haría Cristo en su lugar? 

Creo que la tercera vía, de atreverse con la novedad, es la más cálida, la más humana, y francamente, la más consistente con la tradición católica.  Se trata de armar un nuevo sentido viable, un nuevo método sustentable, una nueva respuesta sensata, aunque sea provisoria, pero al menos, razonable y creíble.  Sobre todo, se trata de la calidez humana; se trata de escuchar, entender y dialogar. 

En una carta a las Conferencias Episcopales Latinoamericanos, los universitarios y pastores reunidos en Belo Horizonte propusimos prioridades para los próximos tres años: salir al encuentro del otro en todas sus dimensiones para descubrir en él a Dios, fortalecer y promover redes de comunicación entre las distintas pastorales latinoamericanas que nos ayuden a socializar lo que hacemos, y promover el testimonio de manera creativa, comprometiéndonos con el dialogo fe-vida.  Se pide apoyo.  Si es del evangelio, la semilla crece por sí sola, con tal de que no se aplaste.

Tenemos tarea por delante.  Debemos procesar todo lo acontecido en estos días, pero hay una cosa que ya es evidente.  El Papa Francisco, con su modo de proceder, con su humildad, con su disponibilidad para escuchar y dialogar, con su compasión, ya está señalando un camino a seguir.  Si somos Iglesia, adoptemos el estilo de Jesús paciente, de jeans y bicicleta, sin pomposas declaraciones ni frías verdades.  Así, damos un salto cualitativo en la credibilidad.  Cuando los universitarios de hoy asuman su misión, van a poder hacer discípulos de todos lo pueblos, siguiendo el ejemplo de Francisco, por la fuerza de la sencillez, por el sendero de la razón. 

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