Cuaresma Dom I A - Tu cara de cuaresma

 Retírate, Satanás
Mateo 4:10

La reciente exhortación del Santo Padre, Evangelii Gaudium, constata una tentación vigente en la Iglesia de hoy: la tristeza, el pesimismo y el mal humor.  El Papa Francisco encuentra que los encargados de anunciar la Buena Noticia sobre la misericordia infinita de Dios suelen andar todo el día con una cara de funeral.  Han escogido la cuaresma eterna sin pascua, la muerte ineludible sin resurrección, el rigor inhumano sin alegría.  Eso no es el camino de Jesús.  Sus discípulos no son así.

San Pablo insiste que la gracia de la salvación es mucho mayor que el pecado, que el amor de Dios es su justicia, que fuimos liberados del pecado y de la muerte por la resurrección de Jesús.  Eso es motivo de un júbilo permanente que no es proselitista, sino profundamente, misteriosamente atrayente.  Si viviéramos en la alegría del evangelio, todos querrían compartirla.  Querrían comer de ese pan y beber de esa fuente. 

Cristo no proclamó esclavitud ni sometimiento.  Ofreció la vista a los ciegos, la libertad a los cautivos, el consuelo a los tristes.  Su proyecto es buena noticia a los pobres.  ¿Cómo llegamos a estar así amarrados en esta pastoral de exclusión, imposición y frialdad?  ¿Qué pasó para transformar el amor incondicional del Padre en una burocracia de condiciones para ser cumplidas bajo amenaza de fuego eterno?  ¿A quién se le ocurrió que la compasión universal del Señor es sólo para algunos? 

El Santo Padre observa que quienes deberían ser los facilitadores en el camino de la salvación se han creído los administradores de la gracia de Dios.  Los que deberían abrir las puertas de la casa del Padre se han dedicado a cerrar la frontera.  Quienes deberían sentirse los anfitriones en el banquete del Reino actúan como la aduana, cobrando multas y cerrando el paso a los pobres, los heridos y los alejados.   

En el siglo IV, San Jerónimo tradujo el evangelio del griego al latín para la Iglesia de occidente.  Ninguna traducción es exacta, y a veces, hay que tomar opciones.  Pero ya se notó una predisposición al rigor.  En el evangelio de Marcos, cuando Jesús dice, ¡Conviértanse, y crean en el evangelio!, Jerónimo puso, Arrepiéntanse,…  (Marcos 1:15).  No es que Jerónimo no supiera griego.  La Iglesia ya iba bien encaminada con su religión sufrida, autoritaria y penitencial.  No le cabía en la cabeza que la conversión podría ser motivo de alegría. 

Esta exhortación apostólica llama la atención.  Es novedosa.  Por primera vez en mucho tiempo, nos llega un llamado del Pastor de pastores pidiendo más misericordia que rigor.  Por primera vez, en vez de reclamar los errores del mundo no-creyente, el Vicario de Cristo señala los errores estratégicos, pastorales y espirituales en la Iglesia.  Exhorta a su pronta y urgente reparación.  Las comunidades se han encerrado sobre sí misma.  No pueden continuar así.  Los detalles secundarios pesan más que el mensaje central.  Eso tiene que cambiar. 

La iglesia suele repetir los mismos esquemas de épocas pasadas a pesar de los malos resultados.  Su programa está orientado la resignación, el temor y la muerte; sin abrir espacio a la juventud, los proyectos y la vida.  No tiene tiempo para los pobres, los alejados y los que más necesitan oír una palabra de consuelo.  Eso no va con el mensaje de Jesús.  Nuestra labor se ha vuelto autorreferente.  Nada tiene que ver con el Reino de alegría y amor. 

A pesar de todo, el evangelio continúa vigente, reclamando su verdad profunda.  La compasión divina no se apaga.  La solidaridad de Dios con el género humano se renueva constantemente.  Hay tiempo para convertirnos, para dejar atrás las tentaciones de resentimiento, impaciencia y ansiedad; para inaugurar, junto a Jesús una nueva etapa de evangelización.  Es hora de llevar la inmensa bondad de Dios a las periferias de nuestra sociedad.  Llegó el momento para comunicar el Reino a los más abatidos y pisoteados. 

Volvamos a la fuente para redescubrir el frescor original del evangelio.  Cultivemos la vida interior para redescubrir la presencia del Señor.  Practiquemos el ayuno que agrada al Señor, alimentando al hambriento y levantando al humillado. Sonriamos y perfumemos la cabeza para que el mundo vea la alegría de la vida nueva.  Salgamos a las fronteras, radiantes con la luz de Cristo, llenos de valentía para alcanzar al marginado en su necesidad.

Las cosas no pueden continuar como están.  El Papa lo dice así, Sueño con una opción misionera capaz de transformarlo todo, para que las costumbres, los estilos, los horarios, el lenguaje y toda estructura eclesial se convierta en un cauce adecuado para la evangelización del mundo actual más que para la auto-preservación, (EG 27).

Soñemos con él.  Superemos, en este tiempo de santidad, nuestra permanente cara de cuaresma. Retomemos nuestra identidad evangelizadora.  Seamos la comunidad de la Buena Noticia.  Nuestro Dios es bueno.  Su amor es incondicional y universal.  Dejemos las costumbres excluyentes.  Volvamos a la misión que Cristo nos encomendó

Nathan Stone sj

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