VII Dom T.O. A - Perfectos como el Padre celestial

Amen a sus enemigos, rueguen por sus perseguidores; así serán hijos del Padre que está en el cielo, porque él hace salir el sol sobre malos y buenos y hace caer la lluvia sobre justos e injustos… Por lo tanto, sean perfectos como es perfecto el Padre que está en el cielo.  
Mateo 5:44-46


Muchos creen que el cristianismo es la religión de la perfección, que las personas tienen la obligación ante Dios, con esfuerzo y sacrificio, de llegar a ser inmaculados y sin mancha al juicio final.  Para acceder a la recompensa en el más allá, y una cuota de buena suerte en el más acá, el pueblo suele creer que el Padre Celestial exige rectitud absoluta.  No hay margen de error.

Yo creo que el perfeccionismo es un contaminante en el pensamiento cristiano.  Es la sacralización del desprecio por los defectos del prójimo que los elegidos suelen sentir.  El mismo desprecio cae sobre sus propias cabezas.  No se trata de un elemento del evangelio, sino una obsesión patológica con el orden formal.  Ha de ser superada para entrar plenamente en el misterio de la bondad infinita de Dios.  Me explico.

En primer lugar, la perfección es un concepto absoluto que no admite ni grado, ni intensidad ni comparación.  Casi perfecto no existe.  Más perfecto, tampoco.  Lograr la perfección no tiene sentido.  Si alguien, alguna vez, cometiera un error, queda imperfecto de por vida. Por más que se esfuerce, no puede revertir el pasado.  Seguirá manchado, condenado a vivir eternamente con la imperfección de su historia real.  Si hubiera un dios que exigiera perfección a sus criaturas mortales, sería un dios irracional y cruel.  Estaría pidiendo algo imposible.

Segunda cosa, en la vida, se progresa.  Los músicos estudian para refinar su arte.  Los atletas entrenan para superarse.  Eso supone un estado inicial carente.  La belleza no nace del performance sin defecto, sino de la interacción entre las exigencias técnicas y el apasionado espíritu humano. Los logros deportivos son consecuencia de muchas caídas de las cuales el atleta se ha sabido levantar.  La belleza del evangelio nace cuando el Espírito Santo desciende sobre las aguas caóticas con todas sus turbulencias. La tierra fértil del Reino es el mundo real, donde se ama a los enemigos, donde se hace el bien a quienes nos odian.  

Tercer punto, la filosofía de Platón es la fuente perfeccionismo.  Platón repudia el mundo material porque es imposible hallar y mantener en él tal orden absoluto.  Teoriza sobre un universo ideal donde todo es inmutable y necesariamente perfecto. 
Este universo concreto donde nos toca vivir, con sus vaivenes, con su gente buena y mala, con sus conflictos y dudas, sería la copia infeliz, la apariencia barata, de ese otro universo formal, silencioso e inmóvil.  Quienes se apuestan por el mundo material, de acuerdo al platonismo, viven atrapados por el engaño y el error.

Jesús entrega la vida por el mundo real.  Su buena nueva es el perdón de los pecados.  No es discípulo de Platón.  Mucha reflexión teológica se ha realizado a partir de la cosmovisión platónica, pero el evangelio es incompatible con ella.  Donde hay perfeccionismo, no hay perdón, ni esperanza.  Donde todo debe ser inmaculado, no existe la posibilidad de conversión. 

El dios del formalismo ideal no soporta irregularidad ni progreso paulatino.  En la república platónica, no hay misericordia, sino solamente castigo.  Una herejía importante nació de la resaca platonista: el dualismo.  Enseña a los elegidos que deben menospreciar la creación material y al prójimo, por su evidente imperfección.  

Cuando Jesús exhorta a ser perfecto como el Padre celestial, es importante notar que la perfección del Padre celestial consiste en su plena ecuanimidad con buenos y malos, su perfecta misericordia con justos e injustos, su absoluta tolerancia de la condición humana, en fin, su compromiso total con la esperanza y la reconciliación. 

Las pocas veces cuando el evangelio habla de la perfección, (teleios, en griego), se trata de una traducción equivocada.  No se refiere a la formalidad idealista de un universo alternativo (llamado cielo por los herejes).  Quiere decir, plenitud, madurez, realización total como hijo que crece y cada vez más se parece a su Padre que es bueno, generoso y misericordioso.

 Nathan Stone sj

0 comentarios:

Publicar un comentario

Formulario de contacto

Nombre

Correo electrónico *

Mensaje *