Confiar la Iglesia al Señor



Se puede custodiar la Iglesia, se puede cuidar la Iglesia, ¿no? Debemos hacerlo con nuestro trabajo, pero lo más importante es aquello que hace el Señor: es el Único que puede enrostrar al maligno y vencerlo. Viene el príncipe del mundo, no puede hacerme nada: si queremos que el príncipe de este mundo no se apodere de la Iglesia, debemos confiarla al Único que puede vencer al príncipe de este mundo. He aquí la pregunta: rezamos por la Iglesia, pero ¿por toda la Iglesia? ¿Por nuestros hermanos en todas partes del mundo que no conocemos? Es la Iglesia del Señor y nosotros en nuestra oración decimos al Señor: Señor, mira a tu Iglesia… Es tuya. Tu Iglesia son nuestros hermanos. Esta es una oración que debemos hacer con el corazón, cada vez más .

Confiar la Iglesia al Señor es una oración que hace crecer la Iglesia. Y es también un acto de fe. Nosotros no podemos nada, nosotros - todos- somos pobres servidores de la Iglesia: pero es Él quien puede llevarla adelante, custodiarla y hacerla crecer, hacerla santa, defenderla, defenderla del príncipe de este mundo y de aquello en lo que éste quiere que se convierta la Iglesia, o sea en cada vez más y más mundana. ¡Este es el mayor peligro! Cuando la Iglesia se vuelve mundana, cuando tiene dentro de sí el espíritu del mundo, cuando tiene aquella paz que no es aquella del Señor - aquella paz de Jesús cuando dice 'Les dejo la paz, les doy mi paz', no como la da el mundo- cuando tiene aquella paz mundana, la Iglesia es una Iglesia débil, una Iglesia que será vencida e incapaz de llevar el Evangelio, el mensaje de la Cruz, el escándalo de la Cruz… No puede llevarlo adelante si es mundana.

Papa Francisco
30/04/2013

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