Pentecostés C - Estafado


Se alguien tiene sed, venga a mí y beba.  De aquél que cree en mí, lo dice la Escritura, 
fluirán ríos de agua viva.  
Juan 7:37-38  (Pentecostés, Misa de la Vigilia)

La mentalidad consumista ya no es ni idea ni teoría.  Hoy por hoy, es un componente en la identidad de cada sujeto.  Ya no existen las personas, ni los fieles ni los ciudadanos.  No se habla de pueblo, nicomunidad, ni nación.  El sujeto es un consumidor y pertenece a un mercado

En el portfolio de Andy Warhol hay una serie de bocas abiertas.  Creo que estaba retratando al sujeto moderno en toda su deplorable pobreza.  Junto a las bocas, puso latas de sopa, botellas de Coca-Cola e imágenes de mujeres lindas, entre ellas, la más espectacular, Marilyn Monroe.  Así es la dieta del consumidor.  Pronto se muere obeso y desnutrido. 

Recientemente, en su bienvenida a los embajadores extranjeros ante la Santa Sede, el Papa Francisco les animó a hacer una reflexión sobre el sistema económico.  Dijo que las ideologías más radicalmente favorables al libre mercado han creado una nueva, invisible, y a veces virtual tiranía.  Los seres humanos sonconsiderados como bienes de consumo.[1] 

El consumidor es también un consumido.  La pandemia de drogadicción es emblemática de eso.  Si es así, tampoco nos debe extrañar el aumento en tráfico humano: personas secuestradas, envasadas y vendidas para el consumo de maneras inimaginablemente horribles.  Hemos tótemizado el consumo.  Le rendimos homenajes y le ofrecemos sacrificios.

Cuando un consumidor entra en la Iglesia para ser confirmado en la fe, entiende los dones del Espíritu Santo[2] como productos para su adquisición que le otorgan un valor agregado.  Con un poco de vanidad, cree que después de la imposición de manos y unción episcopal, va a ser más sabio, inteligente y fuerte.  Espera encontrarse transformado en santo, entendido y habilitado para aconsejar a los demás con sagrada autoridad.  Se han conocido casos en que el confirmado deja de estudiar para el examen que tiene el viernes creyendo que el Santo Espíritu le va a explicar las complejidades de la matemática en plena prueba. 

Cada año, en Pentecostés, el consumidor espera renovar la subscripción.  No va a recibir los dones del Espíritu para usar en bien del Reino, sino a conseguir cualidades rentables para sí mismo.  Está comprando la superación personal, todo enmarcado en el cuadro de recompensa (para los clientes preferidos) y retribución(para los demás).  El evangelio ha sido secuestrado.  La catequesis refuerza el error, instruyendo exclusivamente sobre cielos, infiernos y mandamientos.[3]

En todo caso, el católico consumidor va corriendo a gran velocidad hacia un precipicio, del cual se va a lanzar junto con toda la manada de cerdos poseídos que van con él.  Un día cualquiera, le va a acontecer alguna desgracia.  Será grande o pequeña.  Podrá ser un accidente, una enfermedad o la muerte de un ser querido.  Podrá ser un fracaso académico o la novia que se fue con el otro.  Llorará de rabia, porque se sentirá estafado.  Hizo todo correctamente; participó en la misa, no faltó a ninguna reunión, ya no dice groserías, se esfuerza por vivir en castidad, entrega sus tareas a tiempo, no toma ni fuma y, ¿a él le acontece esta desgracia?  El Gran Repartidor de Beneficios no respeta al consumidor.  Este hijo de Dios va a la Iglesia ahora, no para suplicar favores rentables para sí, sino para poner su reclamo, como si fuera SERNAC.[4]

El consumidor de la religión católica tarde o temprano se siente estafado porque el producto que se compró con tanto sacrificio fue representado de una manera (por los evangelizadores autorizados pero incompetentes) y resultó de otra.  Cree haber alcanzado una vida exitosa para ahora, y una suite con buena vista en el cielo para después, pagando en cuotas con rezos, misas y penitencia, toda la vida.  Los másprogresistas y audaces creen que se han ganado el cielo ayudando a los pobres, pero no por amor, sino a cambio de la recompensa.[5] 

El consumidor se siente engañado porque le sucedió lo mismo que sucede a todos en esta vida.  Pasan cosas buenas y cosas malas, y está indignado.  No ha podido salir de la lógica del consumo.  Está atrapado en Egipto, haciendo ladrillos para el Faraón, y no tiene idea que esa no es la Tierra Prometida, y no va a manar leche y miel, nunca.

Buena noticia ha de ser proclamada desde lo alto, en la plaza pública: Joven, eres más que una boca de Andy Warhol.  La vida es más que Coca-cola y Marilyn Monroe.  Puedes salir de Egipto para entrar en el Reino.  Ya no habrá más consumidores ni consumidos, sino solo hermanos y hermanas en Cristo.  El Espíritu no es un programa de auto-superación.  Los dones no se compran, se reciben.  Son gratuitos.  Son para evangelizar a los demás, amando como Cristo amó.

Cuando recibes el don gratuito del Espíritu, transformará tu vida en un regalo interminable para los demás, un río de agua viva que fluye desde tu interior para dar vida al desierto; para rescatar a la multitud abandonada y sedienta de amor.  Ven, Espíritu Santo.  Líbranos del consumo tótemizado para que nuestra vida sea don de buenas nuevas para el pueblo. 

Nathan Stone sj


 [2] El profeta Isaías solo menciona seis, (11:1-2).  La tradición medieval agrega otro más por la obsesión con la simetría numerológica.  En el evangelio, Jesús no habló de dones, sino del Espíritu mismo que es uno solo. 
 [3] El sacramento de la reconciliación quedó como un trámite bancario, para actualizar el balance.
 [4] Servicio Nacional del Consumidor, Chile.
 [5] En la práctica, en las obras de caridad realizadas en provecho propio (aunque sea provecho celestial), los resultados son irrelevantes.  Muchas veces, solo causan problemas mayores

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