VI Dom Pascua C - Fidelidad



El que me ama será fiel a mi palabra, y mi Padre lo amará.
 Habitaremos en él.   Juan 14:23

El demonio se caracteriza por su doblez.  El doble discurso y la doble vida son sus especialidades.  La hipocresía es su marca registrada.  El diablo no es lo que aparenta, sino mentira encarnada.  Su objetivo no es otra cosa que engañar.

En tiempos de persecuciones y falsos profetas, es importante reconocer que Satanás no suele aparecer con cachos, cola y olor a azufre, sino bajo la falsa apariencia de bien.  Viene con un discurso floreado de virtud y grandeza, y una práctica sistemática de optar por la conveniencia personal.  Hay que preguntarse, de cuando en vez, ¿qué está detrás de ese antifaz? Debajo de su traje luminoso, ¿cuál es la esencia de su sórdida y oculta verdad?  

Los auténticos discípulos de Jesús no tienen nada que ocultar.  Aun en la tormenta, son transparentes.  A pesar de la fragilidad humana, se reconocen peregrinos en el camino de la salvación; pecadores llamados al servicio de los sencillos y olvidados.  Su testimonio es coherente porque su único Señor es el Cristo de la compasión.  No hay egoísmos ni ambiciones porque no tienen otro proyecto que el Reino del amor.

Estos son los verdaderos seguidores del Príncipe de la Paz.  Su autenticidad se juega en la fidelidad.  Leales a un principio, desde el comienzo hasta el final, sacrifican el provecho propio por el bien mayor.  A manera del Cordero de Dios, saben dar la vida por los demás, sin esperar nada a cambio.  Son personas descentradas, pues, ya no viven en función de sí mismo.

En el mundo actual, se mide el desarrollo de los países en términos del los ingresos económicos.  Quien tenga más dinero pasa por más desarrollado.  Es una noción distorsionada. Si los auténticos hombres de principio se dedican al bien común sin esperar nada a cambio, serán los más pobres.  El más desarrollado sería aquél que esté dispuesto a perder todo por un ideal; el más culto, quien derroche su vida para ser fiel a un valor. 

El subdesarrollo, más que una cifra de ingreso per cápita limitado, consiste en la corrupción: un doble discurso hecho cultura, y la hipocresía transformada en ideología.  La corrupción de figuras públicas llama la atención.  Sin embargo, el subdesarrollo en sí consiste en la pequeña corrupción de cada día, la pregunta constante por cómo sacar provecho propio de los sucesos actuales, cómo agrandarse en poder, dinero y honores a cambio de palabras suaves y sonrisas falsas, las máscaras lindas pero diabólicas que siempre ocultan intensiones egoístas. 

Por su parte, el Santo Espíritu de auténtica sencillez habita en quienes permanecen fieles al amor descentrado del Reino.  Abramos el corazón a ese amor peregrino que desconoce intereses personales ni proyectos hipócritas de auto-glorificación.  Superemos el subdesarrollo con una revolución de sinceridad.  Adoptemos la cultura de bien común.  Ese es el impulso limpio de la plenitud humana, la fortuna de su Padre que Cristo nos deja en herencia.

Nathan Stone sj

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